Estéticas | Historia con Historias

En mi opinión, el peor extremo de una adaptación estética fue el generado por la cultura china: el foot binding o vendaje de pies. Lo digo porque era una tortura impuesta desde la niñez, desde la inocencia y la ignorancia de los intereses de quiénes lo recibían impuesto; desde la imposibilidad de tomar decisiones al respecto por esas niñas (haz click sobre la imagen para ver el corto vídeo-reportaje).

Y todo ello porque así conseguirían un mayor atractivo sexual en su vida adulta, esa imagen deseada por los varones que las pudiesen codiciar como esposas.

https://www.youtube.com/watch?v=gtut9TGzbfk
Vendaje de pies



















La estética puede ser tan cruel como el deseo de degenerar en lo que el modelo de turno dictamina. Así ha sido durante siglos. No solo ahora se dan las moldeaciones y modelaciones del cuerpo (la silicona, esponjas, etc): siempre ha habido esclavos/as de esta cultura, bien sea voluntaria o involuntariamente (caso de las niñas chinas, por ejemplo).

Hoy, el porno es el modo en que se promocionan las nuevas "carnes", los gustos de última generación que, por su parte, han matado lenta o rápidamente a muchos y muchas aspirantes a cumplir con estas modas. Los tatuajes también pueden ser considerados un dilatado modelo estipulado de nuestras piezas de piel. Y, sin duda, éstos ya no tienen el sentido del "amor de madre" que tan marineramente conocido fue en su origen: el recuerdo perdurable, el no olvido de lo amado. Ya no es sentimiento: es más un sentido estético puro y duro.

Los complejos y las modas pueden ser devastadores. No obstante, existen fórmulas para suplir lo solicitado por la sociedad en momentos concretos. Por ejemplo: la espuma en los sujetadores, los esqueletos de las faldas, los corpiños, los postizos de pelo, las pestañas postizas... o todo lo relativo a las "chicas Gibson" en su momento (por mencionar solo unos pocos casos).

Camille, modelo chica Gilmore
En el espectáculo, y en la misma calle también, uno ve continuamente estas modas y estos remiendos estéticos (también los que vienen del bisturí). A mí me parece de lo más divertido ponerme sujetadores con relleno: una burla a lo que es la demanda y que no deja de ser (en mi caso) más que en un quita y pon. De hecho, las uso con todo el sentido del humor del mundo: si quieren tetas, tendrán esponjas. Lo que siempre se ha conocido como "dar el pego". Una forma sana (sin operaciones) y natural de responder al amor por tu cuerpo y al amor por las contrataciones sin... desventajas. Una burla: lo dicho. Burla extendida a lo largo de casi toda la historia de la moda, por cierto.

Pero, en la vida real, tanto la salud física como la mental deberían de ser nuestras prioridades. Adaptarse a un canon, en cualquier caso, es siempre un riesgo físico y no es garantía de llegar a conseguir lo que se desee, a no ser que sea ser vanidoso o trabajar con ello o ser sumiso de las modas y de las personas que así las desean.

Existe un documental, Imperio de los "sinsexo" orientales, que viene a destacar cómo han dejado de tener sexo las parejas japonesas (pero no han aumentado los divorcios); cómo ha crecido la indutria del sexo y cómo los hombres japoneses han aumentado la compra de muñecas que resultan ser sus mujeres "perfectas": son cómo ellos las deseen, a la carta, de ciberskin y pelos artificiales. Llegados a ese término, ni siquiera necesitan del calor humano, solo de disfrutar de la estética que les excita más y, para mayor goce, sin tener que lidiar con una mujer real.

Por otra parte, es sabido que los juguetes sexuales hacen la delicias de las mujeres que no soportan más fracasos ni faltas de potencial en la cama, dando rienda suelta a su propia satisfacción sin tener que esclavizarse por las estéticas (a no ser quieran su uso de otro modo).

Pero, ¿son esas muñecas de silicona, perfectamente fabricadas en oriente y de precios desorbitados, lo que nos espera en un futuro occidental? ¿Serán las que superarán incluso a las mujeres más retocadas?

Hace años, un amigo se quejaba sobre lo difícil de fraguar buenas relaciones de pareja. Conocí su evolución hasta contar con una pareja sólida: él escogía quedarse con una sola mujer para poder estar más tranquilo, con garantías de tener sexo y desarrollar la mejor compañía. Pero, eso sí, me decía que él asumía que esta opción no es lo que necesitan la mayoría de sus compañeros.

Yo no me aventuraría a sentenciar qué necesita una mujer. La mujer es, hasta para mí, un misterio. Pero, durante muchos años llevé a cabo una investigación sociológica interesante a través de a realización de tuppersex (escuchar una entrevista que me hicieron, a partir del minuto 33'). Y, con ello, llegué a la conclusión de que debía montar una especie de puticlub para mujeres (muy diferente al de los hombres). Nunca he conseguido el dinero para llevarlo a cabo, pero lo tengo en mente...

Viento del Este, Viento del Oeste
Yéndome al otro extremo, y regresando a oriente, hay un libro, "Viento del Este, viento del Oeste" (de la Premio Novel Pearl S. Buck) que siempre me ha gustado por cómo refleja lo que una mujer oriental piensa sobre un hombre con el que ha de casarse ( como consecuencia de esa antigua tradición de amañar los matrimonios). Él, que ya ha viajado y disfrutado de la cultura occidental, también tiene la forma de expresarse en el libro mediante la interpretación de ella. No es un libro actual, como pero relata con detalles los porqués de las decisiones de acatamiento de la tradición y las razones que les conducen a aceptar su futuro, induciendo una cierta calidad de vida basada en roles. Esto es algo que ocurre en otros países como India, si bien cada día más aumenta el número de quiénes renuncian a esta imposición.

Existe, también dentro del mundo oriental, una película, "El olor de la papaya verde", que me gusta por cómo deja testimonio de una hipotética relación entre dos orientales que se conocen desde niños (ella criada y él "amo"). No están destinados a ser pareja, pero el amor surge entre ambos.

Tanto en "Viento del Este, viento del Oeste", como en "El olor de la papaya verde" el rol masculino es condescendiente pero poderoso y el femenino es poderoso pero sumiso. Pero, en sendos casos, procuran entablar una relación duradera y rica en una comunicación algo implícita.

El olor de la papaya verde











En algunas zonas de Japón, en la actualidad, los matrimonios pueden abrirse a tener relaciones sexuales con otros matrimonios: ellas deben cobrar y ellos deben pagar (económicamente, quiero decir), pues eso les honra a ambas partes.Y no revueltos: es decir, ellas irán con hombres casados y ellos con mujeres casadas... pero no a la vez. También hay locales donde poder conseguir la compañía de mujeres y de hombres (nada muy diferente de lo de aquí), pero son tan comunes que se comentan como algo a tratar antes de casarse (¿permitirías que tu futuro cuente con las costumbres actuales de consumo de tu pareja?). No se puede negar que son complejos: lo fueron y lo siguen siendo, visto desde nuestro ojo occidental. Pero, está claro que se comunican y respetan de otro modo a la hora de afrontar un futuro en pareja sellado por el honor.

Pero... regresando a la cuestión estética, en occidente ¿considerais que mejoraremos cuando rebajemos la presión que sufren nuestros hijos o esposas al tener que entender nuestras preferencias actuales, lo que ven en los anuncios sentados a nuestro lado? ¿Consideráis que últimamente también nuestros maridos comienzan a sentir esa presión? ¿Vamos hacia peor o hacia mejor?

Ojalá aprendamos pronto a educarnos sexualmente, sin aspavientos, con variedad de opciones, sin imposiciones. Y, si como en la película de Woody Allen "Si la cosa funciona",  se vive en trío o cuarteto o como bien se pueda combinar, ojalá que la dignidad de ser buena compañía y la comunicación y el respeto sean la mejor fianza para desarrollar la alternativa.

Ojalá pronto el talento, la profesionalidad y las opciones de desarrollo profesional; los contratos y la educación nos conduzcan a mejorar como sociedad occidental.

Ojalá pronto consigamos dejar de ser, en tantos casos, esclavos de la estética.






Por Carmen Nikol

www.lepongovoz.com










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