Un Ilustre Ilustrador | Evolución del papel

Entrevista a Oriol Malet.Por Carmen Nikol.


Ilustrador catalán, nace en Martorell (Barcelona) el 27 de abril de 1975. Pasa por la escuela de artes plásticas Ca l’Oller de la misma localidad, el Ea Serra i Abella de Hospitalet de Llobregat y por la facultad de Bellas Artes de Barcelona.

Roger Mas. Dibujo hecho en directo.

De jovencito se aficiona al rock y toca la batería de forma autodidacta. Siempre se promete a sí mismo que, si un día se dedica profesionalmente a la ilustración, paralelamente se adentrará de manera académica en el mundo musical.

"Deja que los libros te encuentren a ti". Para Laie CCCB.
Hacia el 2004, después de unos años donde hace de todo (y de nada), empieza su carrera como ilustrador profesional. Ha trabajado con editoriales como Teide, Barcanova, La Galera, Randomhouse, Cruïlla o Animallibres. En prensa ha colaborado con Jot Down, TimeOut y La Vanguardia. Ha hecho trabajos discográficos con artistas como Roger Mas, Llibert Fortuny (Triphasic), Final Step o Raynald Colom. Asegura que los referentes que tiene no son gráficos, sino literarios y musicales. Los dibujos de Oriol beben más de la obra de Boris Vian o Charles Mingus que de ningún artista plástico. Finalmente, tal como se propuso, cursó  música con su instrumento de toda la vida (la batería). Y, centrándose en el jazz, se ha puesto a tocar la trompeta.

Oriol Malet

Desde el 20 de abril de 2012, es padre de Mariona (así que todo lo que habéis visto y leído en esta bio pasa a ser absolutamente secundario en su vida).

Oriol, en tu profesión o en su ejercicio, ¿Qué es lo que destaca por su flexibilidad?


Muchos aspectos de mi profesión son flexibles. El ilustrador no es exactamente un artista, puesto que depende (casi siempre) de un texto o de un concepto que le proponen para crear imágenes, con lo que no es él mismo el que decide qué crear. Pero sí decide cómo crearlo y eso le convierte en parte creadora, mínimo, en un 50%. Dependiendo del modo en que enfocas tu trabajo ese tanto por ciento, de hecho, puede crecer mucho más: dependerá del modo en que interpretes el texto a ilustrar, de si lo interiorizas, lo haces tuyo, etc.

Raynald Colom. Dibujo hecho en directo.
El ilustrador no es solo un creativo con cierto dominio gráfico. A mi entender, debe ser un gran lector. Por consiguiente, debe interpretar los textos muy a su manera. Y eso quiere decir hacerlos suyos. Le pasa, de algún modo, como nos ocurre a todos cuando leemos: que el texto ya pasa a ser un poco nuestro porque cada uno lo interpreta a su manera. En mi caso, tengo el honor de trabajar representando esa interpretación para abrir los horizontes del texto al lector. Por otra parte, también puede ocurrir que el creador del texto seas tú mismo, que seas el autor total. Yo lo hago cuando dibujo cómics: entonces la libertad y flexibilidad creativa es total.

Durante tu aprendizaje y tu entrada en el sector de la ilustración, ¿Qué te pareció que te obligaba a seguir una pautas? Tanto para aprender como para aplicarlo en el mundo laboral. Denotas libertad, pero ¿Es todo tan fácil como parece?


No es nada fácil, los principios son duros. Pero, con el tiempo, aprendí que son duros como en todas partes. Tardé en empezar el intento, dentro del sector, por mis reticencias a tan siquiera intentarlo. Todo el mundo me decía que era imposible entrar en este mundo; sobre todo, cuando no eres nadie ni eres aprendiz de nadie que tenga ya un nombre con prestigio.

Oriol Malet y Carmen Nikol, de jóvenes. Amigos de Insituto.
Y, de hecho, es verdad que los primeros intentos fueron infructuosos. Pero la verdad es que, una vez tuve un pie adentro, la cosa empezó a rodar a toda velocidad. Al final, cuando estás ahí, dentro, te das cuenta de que es mucho más duro no intentar hacer lo que siempre has deseado y has creído que estás preparado para hacer, conformándote en trabajar en algún sector que no te motiva ni te interesa. Luchar por algo en lo que crees... esa lucha, la llevas hasta el final.

En mi caso, veo que resultó ser más fácil de lo que me decían que sería. Y también es cierto que el inicio de la era Internet lo agilizó todo: de repente podía acceder a decenas de directores de arte y editores; desde casa, en una tarde, mandando un correo con muestras de mis trabajos. Eso, en la era pre-Internet, te podía llevar muchos meses si es que llegabas al escritorio de la gente necesaria, lo cual era muy difícil.

Oriol Malet, dibujando.

¿Quiénes fueron los primeros en apostar por ti? 


Dos de aquéllos, de los originales, son dos de mis principales "clientes" actualmente: La Vanguardia y Timeout. Pero quien me permitió lanzarme a la piscina, con montones de encargos, fue la editora de Editorial Teide: Anna Folquer.

Cuando empecé hubo un cambio en el sistema educativo y, cada vez que cambian los planes de estudios, se cambian los libros de texto: una gran industria. Cada libro de texto significa centenares de dibujos. Un par o tres de esos libros, al año, te permitían vivir de ello (combinándolo con alguna cosa más). Entre Teide, La Vanguardia (con su prestigio) y Timeout (con la libertad creativa que permite a sus creadores), la cosa fue como un cohete que despegó a toda mecha.
Cuento de navidad para La Vanguardia.

De entre todo lo que más disfrutas de tu vida creativa, ¿Te quedas con algo?


Dos cosas. La primera: con el privilegio de poder trabajar haciendo algo de cierta originalidad. A estas alturas, cuando me encargan un trabajo lo hacen porque el editor (por ejemplo) desea mi modo de trabajar, de entender las cosas, de entender la creatividad, de ser flexible, de adaptarme. Nunca enfoco un trabajo del mismo modo: tiendo a hacerlo de modos, incluso, opuestos. Esa anti-rutina, para mí, es vida. La rutina me mata: es algo que va contra mi carácter. Por lo que mi trabajo me permite ser feliz, ser yo. Ese primer aspecto es el mas egoísta. El segundo sería el de trascender, y no un sentido egocéntrico. Me refiero a que sabes que lo que haces va a permanecer; por lo menos, un tiempo más allá de lo que lo hagas tú en esta Tierra.


Portada de la revista FIVE.
Alguien no se muere del todo si ha creado un trabajo que se haya hecho público. Lo que has creado se quedará entre los que se queden cuando tú ya no estés. Para mí, eso siempre ha sido contribuir; es decir, ¿Qué puedo ofrecer yo a la sociedad? ¿Mi cultura? ¿Lo que he aprendido? ¿Lo que sé hacer? Lo poco que pueda aportar lo aporto.,Y va a permanecer. Eso es impagable. Aunque también tengo que decir que pensaba así, y mucho, hasta tener a mi hija. En realidad: tener hijos es la forma más brutal de trascender.

Ojo: no estoy diciendo, con ello, que yo sea un caso especial. Al contrario. Creo que cada uno de nosotros aportamos cosas muy valiosas a la sociedad. Destaco que, en mi caso, se produce haciendo lo único que creo que sé hacer, y al nivel que sea. Y me siento agradecido y afortunado.


Ilustración para el Diari Ara.

¿Consideras que tienes un estilo característico?


El tema de cómo enfocaba un aparente no-estilo ha sido hasta ahora mi hecho diferencial. Yo no solo utilizo diferentes técnicas, también adapto el estilo según sea el encargo. Esto, lo hacen un poco todos los ilustradores: pero, de repente, me di cuenta de que lo mío era extremo. Y se debió a mi deseo de vivir solamente del dibujo.

Si me encargaban una infografía muy técnica, aceptaba el encargo y lo hacía intentando darle mi carácter. Pero, claro: el resultado era radicalmente diferente a aquél fruto de cuando me pedían, por ejemplo, un libro infantil, o una portada de CD de un grupo punk. Lo que parecía un handycap, en realidad, me ayudaba a vivir de ello. Pero aparentemente costaba definirme en un estilo concreto (de cara a los medios o al público). Al final, resultó ser mi hecho diferencial y definitorio de modo que lo incorporé e hice patente en mi web ww.malet.co/es/, donde invento un universo compuesto por seis supuestos hermanos que trabajan juntos en una supuesta agencia llamada Malet&Co, donde cada uno parece utilizar un estilo diferente. Paradójicamente, la gente me identifica igualmente, use el estilo que use: al final siempre dejas traslucir ciertos tics personales y la gente los percibe.

Ilustración para un artículo de E.Figueredo (La Vanguardia).

Ahora empiezo a ver que todo está sufriendo una evolución hacia un estilo más unificado, más personal. Y me está ocurriendo gracias a que cada vez soy más conocido en el sector y los editores y demás cargos me dejan más libertad. Ya no encuentro tanta necesidad de adaptarme al estilo que me dicten, porque ya no me lo dictan (o no tanto). De todos modos la flexibilidad estilística creo que siempre la practicaré.

¿Prefieres a alguno de tus personajes?


El único personaje recurrente que utilizo soy yo mismo. Me dibujo a mí mismo en mis "Històries del pare dibuixant" (historias del padre dibujante). Me lo paso pipa y no precisamente por ser ególatra: soy muy duro con mi auto-parodia. Es muy sano y me parece realmente divertido ser cruel conmigo mismo en la representación para encontrar cierto humor grotesco que quiero transmitir. Ya sabes,... para reírse de todo ¡Hay que empezar por uno mismo!

Cuando te encargan una ilustración, ¿Hasta qué punto pueden exigirte en formatos? ¿O te dan plena libertad?


Ilustración para La Vanguardia.
Las medidas te las suelen indicar, por lógica, especialmente si el formato de publicación, la maqueta, es muy rígida. También te marcan si va en grises o colores, fuera de ahí la libertad es total. No lo era durante los primeros años, cuando el "cliente" no me conocía, ahora sí. Un buen ejemplo serían mis trabajos de La Vanguardia. Lógicamente al principio me marcaban mucho, Después de tantos años puedo incluso modificar el formato, y el es el texto el que se puede acabar adaptando al dibujo. La ibertad llegaal punto de que incluso ya me salto una fase muy común que es la del "OK final". Normalmente el editor da el visto bueno final antes de entrar en imprenta. Ahora también, pero nunca me hacen retocar nada de nada.


Está claro que te ha afectado tener una hija. ¿Hasta qué punto? ¿Cuál es el cambio en tu profesión?


Oriol en una charla sobre ilustración en la Fàbrica Moritz.
A nivel vital me ha afectado de forma absoluta, como a todo el mundo. Y por supuesto también a nivel personal. A nivel existencial me ha hecho mejor persona y me ha quitado de encima un montón de tonterías. Y a nivel profesional lo mismo. Optimizo muchísimo el tiempo porque ya no lo tengo, ahora si tengo tiempo es para criar a mi hija y crecer con ella, en mi caso no solo por obligación, si no por voluntad. Trabajo en casa y no la hemos escolarizado todavía (tiene dos años y medio), así que eso me deja cada vez menos tiempo para trabajar. Por contra cuando trabajo ya no le doy tantas vueltas a las cosas. Antes era de los que pensaba más que dibujaba: filosofaba y esperaba el momento de feeling adecuado para crear. Si alguien me molestaba y me cabreaba de forma desmesurada. Tenía días con el pánico del papel en blanco: a veces no sabía por dónde empezar. Ahora todo eso se ha esfumado, no tengo ni quiero tener tiempo que perder. Lejos de ser contraproducente para mi trabajo, éste se ha beneficiado: el resultado es más fresco, directo, honesto, y menos barroco (que era algo de lo que pecaba mucho). Además he aprendido a trabajar y crear aun estando muerto de sueño, que era algo impensable tiempo atrás. Y no lo estoy solo porque vaya muy cansado, sino porque uno aprovecha las horas de sueño de su hija para ponerse a ello. 

Por último, de forma directa también, ha afectado en los trabajos infantiles. Antes trabajaba suponiendo qué era lo que les iba a gustar a los chavales, ahora empiezo a tener en casa una criatura que me da respuestas y pistas de cosas de las que no tenia ni idea y sobre las cuales hay que trabajar. 

Por cierto, también empiezo a hacer experimentos de ilustraciones en las que hago intervenir a mi hija. El trazo de los niños, a los que todavía no hemos contaminado ni educado, es insustituible y ya lo he añadido a alguna de mis ilustraciones.

Ilustración para jair Domínguez (Timeout)

¿Cómo concibes la didáctica de un ilustrador?


Hace poco, conversaba con el dibujante de cómics Jordi Lafebre justamente ese aspecto. Y se manifestó mi contradicción al respecto. Empecé comentando que los cursos de creatividad del tipo "curso de escritura creativa", "como ser un artista creativo" o "curso de ilustración" me parecían un engaño, que no servían para nada: la creatividad no se enseña, se estimula. Jordi opinaba todo lo contrario y, al final, me di cuenta de que tengo una opinión demasiado condicionada por lo que fue mi experiencia como estudiante de arte (o estudiante en general): un puto desastre. El hecho de haber sido un estudiante pésimo hizo que, en el momento de necesidad, tuviera que buscarme la vida. Aunque por la misma razón considero que la formación debe ser permanente. nunca deberíamos dejar de aprender. Pero lo cierto es que el 90% de lo que sé como ilustrador lo he aprendido estableciendo mecanismos de auto-aprendizaje, a partir de la experimentación; ves algo que te gusta, otras imágenes, otros artistas (en mi caso, siempre clásicos) e intentas llegar al mismo sitio. Nunca lo consigues, pero por el camino inventas mecanismos, estilos, soluciones, técnicas y trucos personales. Es lo que te hace ser diferente. En cambio, ya en su día me parecía que los alumnos de ciertas escuelas de ilustración salían dibujando todos del mismo modo (esto es tal y como lo hace su profesor, que también suele ser ilustrador).

Thomas Kent Warburton Jr. Dibujo hecho en directo.

Al final, con Lafebre (que tiene un prestigioso recorrido en Francia) llegamos a un punto común; es cierto que la educación plástica en este país tiene que evolucionar muchísimo. No quiero decir que no haya centros donde no se enseñe y se aprenda como se debiera (por ejemplo el Serra i Abella de l'Hospitalet de Llobregat fue una gran escuela para mí, aunque yo un mal alumno para ella). Pero es verdad que, a nivel de país, dejamos mucho que desear. Recuerdo por ejemplo que, en Bellas Artes, primaba demasiado la máxima de El artista se nace, no se hace. Y eso me cabreaba porque los profes te estaban pidiendo un discurso sólido y personal desde el primer curso, cuando en realidad tú, en ese momento, solo querías ser un alumno y no un artista; poder aprender. Muchos profesores no te daban recursos, que es lo que creo que un profesor de ilustración debe hacer: dar un abanico de recursos amplísimo para que el alumno encuentre su lugar. No enseñar como lo hace él para que todos emulen, y penalizar al que lo haga diferente. Así que, en resumen, sí: creo que la educación y la enseñanza son claves, pero siempre y cuando partan de una enseñanza bien pensada y bien aplicada.

Los países anglosajones, por su parte, saben un rato de eso.

Por cierto que me reafirmo en la idea de que los cursos carísimos de fin de semana, implantados por vacas sagradas de la ilustración, solo le sirven al profesor-artista, y en concreto a su bolsillo (risas).


Ilustración para el vino "Tocat i posat" de Coca i Fitó.

¿Cómo te gustaría cerrar la entrevista? ¿Algún consejo o alguna ayuda a los ilustradores futuros y actuales?


No soy de dar consejos pero, aún así te diré que, basándome en mi trayectoria, les diría que si es lo que realmente desean... que no hagan caso a los detractores y que vayan a por todas.

Yo mismo: mientras hice caso a los que me decían que era imposible dedicarse a eso, no pude dedicarme. A partir del momento en que fui a por todas todo empezó a funcionar.






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Entrevista realizada por Carmen Nikol

carmennikol@gmail.com

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